LECCIÓN 63
La luz del mundo le brinda paz a todas las mentes a través de mi perdón.
1. ¡Cuán
santo eres tú que tienes el poder de brindar paz a todas las mentes! ¡Cuán
bendito eres que puedes aprender a reconocer los medios por lo que esto se
puede lograr a través de ti! ¿Qué otro propósito podrías tener que pudiese
brindarte mayor felicidad?
2. Ciertamente
eres la luz del mundo con semejante función. El Hijo de Dios apela a ti
para su redención. En tus manos está poder concedérsela porque te
pertenece. No aceptes en su lugar ningún propósito trivial ni ningún deseo
insensato; o te olvidarás de tu función y dejarás al Hijo de Dios en el
infierno. No se te está haciendo una petición vana. Se te está
pidiendo que aceptes la salvación, para que así la puedas dar.
3. Puesto
que reconocemos la importancia de esta función, estaremos más que dispuestos a
recordarla tan a menudo como nos sea posible a lo largo del
día. Empezaremos el día reconociendo nuestra función y lo concluiremos
pensando en ella. Repetiremos lo siguiente tantas veces como
nos sea posible en el transcurso del día:
La luz del mundo le brinda paz a todas
las mentes a través de mi perdón.
Yo
soy el instrumento que Dios
ha designado para la salvación del mundo.
4. Si
cierras los ojos probablemente te resultará más fácil dejar que acudan a tu
mente pensamientos afines, durante el minuto o dos que debes dedicar a
reflexionar sobre esto. No obstante, no esperes a que se presente tal
oportunidad. No se debe perder ni una sola ocasión para
reforzar la idea de hoy. Recuerda que el Hijo de Dios apela a ti para su
salvación. ¿Y quién sino tu
Ser es el Hijo de Dios?
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