Introducción
a las lecciones 181-200
1. Nuestras próximas lecciones tienen como
propósito intensificar tu buena voluntad a fin de fortalecer tu débil
compromiso y de fundir todos tus variados objetivos en un solo empeño. No se te
pide una dedicación a tiempo completo. Pero sí que practiques ahora a fin de
llegar a alcanzar la sensación de paz que, aunque solo sea de manera
intermitente, tal compromiso unificado te brinda. Experimentar eso es lo que
hará que estés completamente dispuesto a seguir el camino que este curso
señala.
2. Nuestras lecciones están ahora orientadas
específicamente a ampliar tus horizontes y a tratar de manera directa con
determinados obstáculos que mantienen tu visión constreñida y demasiado limitada
para dejarte ver el valor de nuestro objetivo. Lo que nos proponemos ahora es
eliminar esos obstáculos, aunque solo sea brevemente. Las palabras en sí no
pueden transmitir la sensación de liberación que se experimenta una vez que se
han eliminado. Mas la experiencia de libertad y de paz que descenderá sobre ti
cuando renuncies a tu férreo control de lo que ves, será más que suficiente
para convencerte. Tu motivación se intensificará de tal manera que las palabras
dejarán de ser relevantes. Sabrás con certeza lo que quieres y lo que no tiene
valor.
3. Así comenzamos la jornada que nos llevará más
allá de las palabras, concentrándonos en primer lugar en lo que todavía impide
tu progreso. La experiencia de lo que existe más allá de toda actitud defensiva
sigue siendo inalcanzable mientras se siga negando. Quizá esté ahí, pero tú no
puedes aceptar su presencia. De modo que lo que nos proponemos ahora es ir más
allá de todas las defensas por un rato cada día. No se te pide nada más porque
no se necesita nada más. Ello será suficiente para garantizar que todo lo demás
llegue.
LECCIÓN 181
Confío en
mis hermanos, que son uno conmigo.
1. Confiar en tus hermanos es esencial para
establecer y sustentar tu fe en tu capacidad para trascender tus dudas y la falta
de absoluta convicción en ti mismo. Cuando atacas a un hermano, estás
proclamando que está limitado por lo que tú has percibido en él. No estás viendo
más allá de sus errores. Por el contrario, éstos se exageran, convirtiéndose en
obstáculos que te impiden tener conciencia del Ser que se encuentra más allá de
tus propios errores, así como de sus aparentes pecados y de los tuyos.
2. La percepción tiene un enfoque. Eso es lo que le
da consistencia a lo que ves. Cambia de enfoque, y lo que contemples consecuentemente
cambiará. Ahora se produce un cambio en tu visión para apoyar la intención que
ha reemplazado a la que antes tenías. Deja de concentrarte en los pecados de tu
hermano y experimentarás la paz que resulta de tener fe en la impecabilidad. El
único apoyo que esta fe recibe procede de lo que ves en otros más allá de sus
pecados. Pues sus errores, si te concentras en ellos, no son sino testigos de
tus propios pecados. Y no podrás sino verlos, lo cual te impedirá ver la
impecabilidad que se encuentra más allá de ellos.
3. Por consiguiente, en nuestras prácticas de hoy,
lo primero que vamos a hacer es dejar que todos esos insignificantes enfoques
den paso a la gran necesidad que tenemos de que nuestra impecabilidad se haga
evidente. Damos instrucciones a nuestras mentes para que, por unos breves
momentos, eso y solo eso, sea lo que busquen. No nos preocupamos por nuestros
objetivos futuros. Y lo que vimos un instante antes no será motivo de
preocupación para nosotros dentro de este lapso de tiempo en el que nuestra
práctica consiste en cambiar de intención. Buscamos únicamente la inocencia, nada más. La buscamos sin interesarnos por nada que no sea el ahora.
4. Uno de los mayores obstáculos que ha impedido tu
éxito ha sido tu dedicación a metas pasadas y futuras. El que las metas que
propugna este curso sean tan extremadamente diferentes de las que tenías antes
ha sido motivo de preocupación para ti. Y también te has sentido consternado
por el pensamiento restrictivo y deprimente de que, aunque llegaras a tener
éxito, volverías inevitablemente a perder el rumbo.
5. ¿Por qué habría de ser esto motivo de
preocupación? Pues el pasado ya pasó y
el futuro es tan solo algo imaginario. Preocupaciones de esta índole no son
sino defensas para impedir que cambies ahora el enfoque de tu percepción. Nada
más. Dejemos a un lado estas absurdas limitaciones por un momento. No vamos a
recurrir a creencias pasadas ni a dejar que lo que vayamos a creer en el futuro
nos estorbe ahora. Damos comienzo a nuestra sesión de práctica con un solo
objetivo: ver la impecabilidad que mora dentro de nosotros.
6. Reconoceremos que hemos perdido de vista este
objetivo si de alguna manera la ira se interpone en nuestro camino. Y si se nos
ocurre pensar en los pecados de un hermano, nuestro restringido enfoque nublará
nuestra vista y hará que volvamos los ojos hacia nuestros propios errores, los
cuales exageraremos y llamaremos “pecados”. De modo que, por un breve
intervalo, de surgir tales obstáculos, los trascenderemos sin ocuparnos del
pasado o del futuro, dando instrucciones a nuestras mentes para que cambien su
enfoque, según decimos: No es esto lo que quiero contemplar. Confío en mis
hermanos, que son uno conmigo.
7. Y nos valdremos asimismo de este pensamiento
para mantenernos a salvo a lo largo del día. No estamos interesados en metas a
largo plazo. Conforme cada uno de los obstáculos nuble la visión de nuestra
impecabilidad, lo único que nos interesará será poner fin, por un instante, al
dolor que experimentaríamos si nos concentramos en el pecado, y que persistía de no
corregirlo.
8. No vamos en pos de fantasías. Pues lo que
procuramos contemplar está realmente ahí. Y conforme nuestro enfoque se
extienda más allá del error, veremos un mundo completamente libre de pecado. Y
cuando esto sea lo único que queramos ver y lo único que busquemos en nombre de
la verdadera percepción, los ojos de Cristo se volverán inevitablemente los
nuestros. El Amor que Él siente por nosotros se volverá también el nuestro.
Esto será lo único que veremos reflejado en el mundo, así como en nosotros
mismos.
9. El mundo que una vez proclamó nuestros pecados
se convierte ahora en la prueba de que somos incapaces de pecar. Y nuestro amor
por todo aquel que contemplemos dará testimonio de que recordamos al santo Ser
que no conoce el pecado y que nunca podría concebir nada que no compartiese Su
impecabilidad. Éste es el recuerdo que queremos evocar hoy cuando consagramos nuestras
mentes a la práctica. No miramos ni hacia adelante ni hacia atrás. Miramos directamente
al momento presente. Y depositamos
nuestra fe en la experiencia que ahora pedimos. Nuestra impecabilidad no es
sino la Voluntad de Dios. En este instante nuestra voluntad dispone lo mismo
que la Suya.
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