LECCIÓN 350
Los milagros
reflejan el eterno Amor de Dios. Ofrecerlos es recordarlo a Él, y mediante Su
recuerdo, salvar al mundo.
1. Lo que perdonamos se vuelve parte de nosotros,
tal como nos percibimos a nosotros mismos. Tal como creaste a Tu Hijo, él
contiene dentro de sí todas las cosas. El que yo Te pueda recordar depende del
perdón que le conceda. Lo que él es no se ve afectado por sus pensamientos. Pero
lo que contempla es el resultado directo de ellos. Así pues, Padre mío, quiero
dirigirme a Ti. Solo Tu recuerdo me liberará.
Y solo perdonando puedo aprender a dejar que Tu recuerdo vuelva a mí y a
ofrecérselo al mundo con agradecimiento.
2. Y a medida que hagamos acopio de Sus milagros,
estaremos en verdad agradecidos. Pues conforme Lo recordemos, Su Hijo nos será
restituido en la realidad del Amor.
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