LECCIÓN 60
1. Dios es el Amor en el que perdono.
Dios no perdona porque jamás ha
condenado. Los que están libres de culpa no pueden culpar, y aquellos que
han aceptado su inocencia no ven nada que tengan que perdonar. Con todo,
el perdón es el medio por el cual reconoceré mi inocencia. Es el reflejo
del Amor de Dios en la tierra. Y me llevará tan cerca del Cielo que el
Amor de Dios podrá tenderme la mano y elevarme hasta Él.
2. Dios es la fortaleza en la que confío.
No es con mi propia fortaleza con la que
perdono. Es con la fortaleza de Dios en mí, la cual recuerdo al
perdonar. A medida que comienzo a ver, reconozco Su reflejo en la
tierra. Perdono todas las cosas porque siento Su fortaleza avivarse en
mí. Y empiezo a recordar el Amor que decidí olvidar, pero que nunca se
olvidó de mí.
3. No
hay nada que temer.
¡Cuán seguro me parecerá el mundo cuando lo
pueda ver! No se parecerá en nada a lo que ahora me imagino ver. Todo
el mundo y todo cuanto vea se inclinará ante mí para
bendecirme. Reconoceré en todos a mi Amigo más querido. ¿Qué puedo
temer en un mundo al que he perdonado y que a su vez me ha perdonado a mí?
4. La Voz de Dios me habla durante todo el
día.
No hay un solo momento en el que la Voz de
Dios deje de apelar a mi perdón para salvarme. No hay un solo momento en
el que Su Voz deje de dirigir mis pensamientos, guiar mis actos y conducir mis
pasos. Me dirijo firmemente hacia la verdad. No hay ningún otro lugar
adonde pueda ir porque la Voz de Dios es la única voz y el único guía que se le
dio a Su Hijo.
5. El Amor de Dios es mi sustento.
Cuando escucho la Voz de
Dios, Su Amor me sustenta. Cuando abro los ojos, Su Amor alumbra al mundo
para que lo pueda ver. Cuando perdono, Su Amor me recuerda que Su Hijo es
impecable. Y cuando contemplo al mundo con la visión que Él me
dio, recuerdo que yo soy Su Hijo.
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