LECCIÓN 56
1. Mis pensamientos de ataque atacan mi
invulnerabilidad.
¿Cómo puedo saber quién soy cuando creo
estar sometido a continuos ataques? El dolor, la enfermedad, la pérdida,
la vejez y la muerte parecen acecharme. Todas mis esperanzas, aspiraciones
y planes parecen estar a merced de un mundo que no puedo controlar. Sin
embargo, la seguridad perfecta y la plena realización constituyen mi verdadera
herencia. He tratado de despojarme de mi herencia a cambio del mundo que
veo. Pero Dios la ha salvaguardado para mí. Mis pensamientos reales
me enseñarán lo que es mi herencia.
2. Por encima de todo quiero ver.
Al reconocer que lo que veo es un reflejo de
lo que creo ser, me doy cuenta de que mi mayor necesidad es la visión. El
mundo que veo da testimonio de cuán temerosa es la naturaleza de la imagen que
he forjado de mí mismo. Si he de recordar quién soy, es esencial que
abandone esta imagen de mí mismo. A medida que dicha imagen sea reemplazada por
la verdad, se me concederá la visión. Y con esta
visión contemplaré al mundo y a mí mismo con caridad y con amor.
3. Por encima de todo quiero ver de otra
manera.
El mundo que veo mantiene en vigor la
temerosa imagen que he forjado de mí mismo y garantiza su
continuidad. Mientras siga viendo el mundo tal como lo veo ahora, la
verdad no podrá alborear en mi conciencia. Dejaré que la puerta que se
encuentra detrás de este mundo se abra, para así poder mirar más allá de él al
mundo que refleja el Amor de Dios.
4. Dios está en todo lo que veo.
Tras cada imagen que he forjado, la verdad
permanece inmutable. Tras cada velo que he corrido sobre la faz del amor,
su luz sigue brillando sin menoscabo. Más allá de
todos mis descabellados deseos se encuentra mi voluntad, unida a la Voluntad
de mi Padre. Dios sigue estando en todas partes y en todas las cosas
eternamente. Y nosotros, que somos parte de Él, habremos de ver más allá
de las apariencias, y reconocer la verdad que yace tras todas ellas.
5. Dios está en todo lo que veo porque Dios
está en mi mente.
En mi propia mente, aunque oculto por mis
desquiciados pensamientos de separación y ataque, yace el conocimiento de que
todo es uno eternamente. Yo no he perdido el conocimiento de Quién soy por
el hecho de haberlo olvidado. Ha sido salvaguardado para mí en la Mente de
Dios, Quien no ha abandonado Sus Pensamientos. Y yo, que me cuento entre
ellos, soy uno con ellos y uno con
Él.
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